Fundación Colombiana de Tiempo Libre y Recreación - FUNLIBRE - |
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Desde el rincón . . . de los Juguetes |
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Néstor Daniel Sánchez Londoño Tecnólogo en Recreación Coordinador Regional FUNLIBRE
A manera de introducción:
Escribimos desde el rincón de los juguetes, no del que huele a moho y a trapos viejos, como lo queremos ver los adultos, quizás por aquello, de perder el niño que llevamos dentro, que de eso no creemos mucho, si no más bien por olvidar que fuimos niños, y que ellos y ellas nos rodean por doquier y nos reclaman una actitud más sensible frente a su vida. Escribimos desde el rincón que sabe a libertad, que huele a derroche de alegría y que se manifiesta para hacer reconocer que los niños y las niñas están ahí, que hacen parte de nuestro presente y tenemos la responsabilidad de caminar a su lado, no a empujones, si no de la mano facilitándoles espacios para que sean escuchados y sensibilizando al mundo adulto para que reconozca en ellos y ellas un presente por construir en aras de pensarlos como niños y niñas pero con respeto; no en los adultos en potencia que serán, no en niños de futuro que, por lo demás, en nuestro país es bastante incierto y no-solo para los niños y niñas, sino también para nosotros los adultos. El rincón de los juguetes no es un espacio para los “cachivaches viejos”, es el lugar que todos visitamos y del que todos salimos algún día para ser adultos; Este lugar potencia nuestro ser, facilita nuestro desarrollo; por ello los invitamos para que visiten más a menudo un rincón . . . “El de los juguetes”
Sobre Juegos y juguetes:
En múltiples ocasiones confundimos juegos con juguetes, nombramos a uno y a otro indistintamente y sin reconocer que el juego es la acción y el juguete siempre será un elemento que se utiliza en el juego; la diferencia puede ser de una discusión bizantina si dicha confusión fuese simplemente un problema centrado en ello que no pasa por una cierta despreocupación por el juego y los juguetes de individuos pertenecientes a este mundo industrializado en donde “el tiempo es oro”.
Dicha despreocupación hace que muchas personas, no solo la gente del común como solemos llamar a millones de seres humanos, si no también muchos profesionales olvidan que el juego y los juguetes hacen parte de la vida y que estos son sin lugar a dudas una expresión de la cultura; una cultura dominante que nos pone a jugar solos, en vez de permitir nuestros encuentros y desencuentros, haciéndonos creer que nos vende o proporciona bienestar a manos llenas; la industrialización se expresa a partir de unos juguetes nuevos con los que nos hacen creer que los otros, hombres y mujeres no hacen falta.
En esta trampa de la modernidad, en los que todos vamos cayendo, los adultos compramos a los niños el juguete más moderno, haciéndole creer que le conseguimos un “juego”, ¡cómo no!, Ya no se tienen que mover - juegos enlatados - como expresión de que estamos “IN”.
Aislamos a los niños y niñas de sus vecinos, “ . . . que no salga a la calle”; “ . . . que es peligroso”, se oye decir a menudo y olvidamos lo que significa correr por la calle, jugar bajo la lluvia y encontrarse con los amigos y como recompensa, además de los beneficios síquicos, físicos y sociales, de los que podremos hablar en otro momento, la alegría y satisfacción de la amistad construida a partir de eso que llamamos encuentros y desencuentros.
No perdimos el niño o la niña que llevamos dentro, porque nunca los hemos tenido, pero desafortunadamente si olvidamos que fuimos niños y desaprovechamos un espacio pedagógico con nuestra historia personal que sin duda nos puede ayudar a relacionarnos con los niños y niñas que rodean nuestra cotidianidad. Las entrevistas que tenemos con esos niños y niñas, son pasadas siempre por la óptica del adulto, demostrando en nosotros una incapacidad aguda para incluirnos en su espacio, en “su mundo”.
Aquel comercial de televisión en el que la niña sustrae a su papá del mundo adulto para insertarlo en su espacio, cuando de manera inocente, pero también consciente y decidida dice: “Un, dos, tres por mi papito que está debajo del carro”. Es el reclamo por estar con el papito, por jugar con él, y éste se convierte hoy en un imperativo que no-solo nos invita a jugar, si no a repensar el papel del mundo adulto hoy en relación con la infancia.
Los adultos, todos, hombres y mujeres, ricos y pobres, tendremos que redimensionar nuestra relación con el mundo infantil; pues es nuestra obligación moral, constitucional, personal, social y ética, transformar el mundo para que los niños y las niñas, siendo presentes, tengan la posibilidad de desarrollarse plenamente como seres humanos.
En todos los estratos socio económicos, los niños y niñas son “los sin voz”, los que poco o nada cuentan y cada cosa se planifica sin contar con ellos, sin escucharlos, negándoles toda posibilidad de ser, de expresarse y de compartirnos sus experiencias. En este mismo orden de ideas, la guerra, si a alguien perjudica es a los niños y niñas; el negocio de las armas y del narcotráfico los afecta de manera radical, la exclusión que desde estos espacios se genera, impide su desarrollo y termina siendo comparable con la manera como un estado, poco eficiente y con altos niveles de corrupción reduce opciones y posibilidades a niños y niñas en la medida que los adultos no tienen oportunidades de empleo y educación.
Todas estas condiciones adversas, sin lugar a dudas para los niños y niñas, como la guerra que los convoca sin permiso y todo aquello que les vende la idea de una felicidad difusa y gaseosa que brindan montones de billetes y un estado que parece incapaz de defender su vida, su honra y sus bienes (Juguetes), les impiden estar al lado de quienes les quieren y rodean y los convierten en vehículos alienados de causas sin sentido.
Alejados del rincón de los juguetes a la fuerza, se vuelven expresión de la barbarie en una sociedad donde gastamos más dinero pero con menos calidad de las cosas que nos ofrecen por él, incluyendo los juguetes; donde tenemos más comodidades pero menos tiempo para estar con los otros y con nuestros hijos, tenemos más expertos en educación infantil pero seguimos maltratándolos, quemándolos, golpeándolos de la peor manera, no solo en los estratos bajos, pues tuve la oportunidad de ver como una señora en una centro comercial de la ciudad, en un carro que difícilmente tiene una persona de estratos uno, dos o tres, como golpeaba a su hijo (por lo que escuché) contra las paredes interiores del vehículo porque él no se quedaba solo en el carro para que ella hiciese alguna diligencia; dicho sufrimiento se prolongó hasta que un vigilante llegó al sitio de la golpiza.
Jugar con nuestros niños y niñas, exige una actitud de aprendizaje, de reconocimiento del mundo infantil y de que el mundo no solo gira desde la óptica de los adultos, que los niños y niñas solo son distintos de nosotros los adultos y que su experiencia es tan valida como la nuestra.
Visitar el rincón de los juguetes exige sin ambigüedades que los adultos abramos espacios para que entre todos, incluyendo a los niños y niñas, construyamos el país que queremos.
El rincón de los juguetes no es un espacio de espaldas a la existencia humana, sino, por el contrario, un espacio privilegiado para su desarrollo.
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